Las brigadas también vigilan
Un total de 101 brigades forestals de la Diputació vigilen la muntanya de la província per a donar avís als bombers davant de qualsevol senyal de fum o crema i evitar incendis desastrosos, com els últims esdevinguts a València.
Cada brigada està composta per un capatàs, tres especialistes i el conductor del tot terreny amb el qual es desplacen als punts més alts de cada comarca pujant camins complicats i serpentejants per a recórrer amb la vista i amb l’ajuda dels seus prismàtics els termes municipals de cada població.
Un total de 101 brigadas forestales de la Diputación vigilan el monte de la provincia para dar aviso a los bomberos ante cualquier señal de humo o quema y evitar desastrosos incendios como los últimos acaecidos en Valencia.
Cada brigada está compuesta por un capataz, tres especialistas y el conductor del todoterreno con el que se desplazan a los puntos más altos de cada comarca, subiendo caminos complicados y serpenteantes, para recorrer con su vista y con la ayuda de sus prismáticos los términos municipales de cada población.
Un día cualquiera del año, uno de estos equipos comienza sus labores de cuidado y conservación del monte valenciano realizando tareas de limpieza, selvicultura, desbroce y trituración, a las nueve de la mañana…pero todo cambia cuando por la emisora del coche y el transmisor del capataz se recibe una alerta por riesgo de incendios forestales, debido a las condiciones climatológicas del día.
“Cada equipo tiene un plan de trabajo en cada municipio, en función de sus características y necesidades, además de un punto alto de vigilancia asignado, pero todos actúan siempre en función de prioridades”, explica José Vicente Tamarit, coordinador de zona de las brigadas.
Ante una alerta
En caso de alerta, los brigadistas dejan de inmediato de realizar sus labores habituales y se trasladan rápidamente al punto de vigilancia, como puede ser el ubicado en el paraje de La Ceja, en Alborache, desde el que se controlan los términos municipales de Alborache, Buñol, Macastre, Yátova y Turís.
Pero en caso de no estar en turno de trabajo, estos profesionales tienen sus teléfonos móviles operativos durante las 24 horas del día y ante una emergencia se incorporan en un plazo máximo de media hora a su puesto habitual, para colaborar en la lucha contra el fuego con el resto de cuerpos de seguridad.
El procedimiento habitual ante cualquier atisbo de humo es comunicarlo a los bomberos para que realicen la comprobación del mismo y aclaren si se trata de una quema controlada o de un incendio forestal y así, en caso de que se trate de esto último, poner en marcha todo el dispositivo de emergencia.
Riesgo y esfuerzo personal
Rosendo es el capataz de la brigada de Turís, compuesta también por Josele, Rafael, Alfredo y Federico, y recuerda en voz alta algo que vivieron todos en los recientes incendios de Cortes de Pallás y Andilla: “Su inmensidad era sobrecogedora, el fuego se iba hacia todos lados por el viento y las temperaturas eran altísimas”.
De hecho, cualquiera de ellos puede perder, según explican sus compañeros, “dos o tres kilos en un incendio de tal magnitud a pesar de hidratarnos, por la temperatura corporal de más de 40 grados que alcanzamos dentro del incendio, en el que estamos con nuestros monos innífugos, los cascos, las botas y todo el equipo correspondiente, con el consiguiente peso que llevamos encima”.
Pese a ello, “como brigadista siento que hemos hecho todo lo que he podido y que entre todos hemos conseguido salvar a muchas personas y viviendas del fuego, aunque lamento la enorme pérdida de fauna y masa forestal que han supuesto los incendios”, agrega Rosendo.
Sin embargo, y por estas consecuencias, todos ellos insisten en que el trabajo más importante se realiza en invierno “limpiando el monte día a día para prevenir este tipo de desastres” con los petos acolchados, antigolpes y anticortes, y las máquinas desbrozadoras, sierras y demás enseres de limpieza.